Vigencia de Don Pepe

El título bien podría referirse al expresidente José Mujica, que, pese a su edad avanzada y salud bastante deteriorada, se las ingenió para ponerse la elección al hombro con breves pero punzantes intervenciones. Su sector político, el Movimiento de Participación Popular (MPP), logró así alzarse con la victoria, recuperando el poder perdido por el Frente Amplio en 2019.

Sin embargo, es a otro Pepe a quien va dirigido nuestro titular, habida cuenta de su comprobada hegemonía nacional y vigencia de sus ideas.

Y es que sólo desde un Uruguay batllista y bajo la impronta de José Batlle y Ordoñez, puede explicarse lo acontecido en estos últimos cinco años y su contundente final expresado en el resultado electoral que convirtió a Yamandú Orsi en presidente electo de la República.

El tema lo aborda con notable agudeza Danilo Arbilla, en su columna sabatina del diario El País. En ella el columnista analiza diversos hechos y realidades del proceso electoral y de lo ofrecido por cada uno de los candidatos.

De las informaciones manejadas y comentarios a los que arriba, podemos extraer interesantes conclusiones. Es evidente y muy fácil de comprobar, que el Frente Amplio mantuvo su norte firme en asegurar la continuidad de lo ya ejecutado en los tres períodos consecutivos anteriores en los que le tocó gobernar. El candidato oficialista en cambio, mientras ofrecía continuar con lo avanzado en estos últimos cinco años, tendía a buscar el voto de izquierda convencido de que, si más de la mitad de los uruguayos mantienen una imagen positiva de Lacalle Pou, esos votos estarían asegurados.

Fue en base a esa premisa que designó una candidata a la vicepresidencia que no estaba en la mente de muchos de esos votantes cautivos. En paralelo, sembró a diestra y siniestra proyectos sacados de la galera, caracterizados por un populismo sorprendente. Esa estrategia terminó alejando votos y no logró atraer a quienes ya tenían decidido el suyo, identificado desde siempre con las mismas ideas.

El gobierno de Lacalle Pou logró sin duda implementar cambios y reformas que fueron positivas para el país, pero dejando de lado su manejo de la pandemia y aquello de la libertad responsable que se convirtió en su gran acierto, poco a poco fue virando hacia un estatismo cada vez más mimetizado con el batllismo.

De ahí su altísimo nivel de aprobación y lo expresado al presidente por su compañero en la coalición, el colorado y dos veces expresidente de la República, Julio María Sanguinetti, luego de que el primero expresara loas al Estado en un discurso inaugurando obras de Mevir: “Decime una cosa, ¿qué te queda a vos de tu liberalismo? Ahora sos un batllista, no de la 15, de la 14”.

El diario El País reseñaba el hecho y ampliaba comentando que Lacalle Pou le contestó que era «socialdemócrata», a lo que el expresidente colorado respondió: «Bienvenido al club, yo te hacía liberal, era lo que creíamos. Lo que te ha pasado es que descubriste el Estado. Antes lo mirabas, ahora estás adentro y empezaste a querer al Estado”.

Sanguinetti completó el diálogo con una conclusión que vale la pena resaltar: «El Estado uruguayo es socialdemócrata. Después lo administra un liberal, un socialista, un no sé qué. Pero la estructura del Estado en Uruguay es socialdemócrata, como lo son hoy la mayoría de los Estados europeos».

Arbilla comenzaba su columna con una simple pregunta: “¿Ganó Orsi o perdió Delgado?”

Creemos que no es tan simple encontrar una respuesta. Y es aquí donde El Gatopardo de Giuseppe Tomasi de Lampedusa nos vuelve a recordar su clásica frase: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

En la práctica, solo cambian los protagonistas.

La obra es siempre la misma y con matices, sigue vigente cien años después.

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