El periodista chileno Daniel Matamala, se ha destacado desde hace tiempo por su objetividad e independencia a la hora de opinar.
Sus columnas publicadas cada domingo por el diario La Tercera de Santiago, se caracterizan por haber puesto en evidencia a gobernantes de todo el espectro político. Esto ha llevado a mucha gente a concordar o discrepar con sus análisis de manera pendular, según cómo y a quien afecten a primera vista.
Matamala no parece tener limitaciones establecidas ni compromisos con nadie a la hora de opinar.
Le importan sus propias ideas que son claramente en defensa de la democracia, su país y la búsqueda de la verdad.
Hace una semana, su columna resaltó lo sucedido en torno a un reclamo de Chile para que Argentina retirara una instalación de paneles solares realizada aparentemente por error, en territorio chileno de Tierra del Fuego.
Según el denominado Tratado de 1881, el control del estrecho de Magallanes es exclusivamente chileno. Sin embargo, en los últimos años Argentina ha expresado su pretensión de coadministrar, dándole a ese estrecho el carácter de “espacio compartido”. Fue en ese contexto que se produjo la “confusión”.
Matamala comenta que el embajador argentino en Chile, habría intentado “cancherear” luego de reconocer el error, manifestando que por las dificultades climáticas de esta época, la instalación sería removida “en el verano”.
Ante la inadecuada decisión unilateral anunciada por el embajador argentino, el presidente chileno Gabriel Boric llamó a su colega Javier Milei, exigiendo el retiro inmediato de los paneles. Boric advirtió además que, de no cumplirse con esa exigencia, Chile procedería a su retiro.
Ante el reclamo directo y riesgo real de un nuevo conflicto, Argentina cambió su actitud y la instalación fue desmantelada por sus “confundidos” constructores.
Matamala señala con acierto que en Chile, el sentido patriótico se despliega en la solidaridad ante la catástrofe, en campañas de bien común y en eventos que unen con orgullo a todos los chilenos y sin lugar a dudas, este al que referimos habría sido un evento de este tipo.
Sin embargo, el periodista destaca con asombro la reacción de algunos sectores políticos ante un hecho en apariencia simple que terminó resolviéndose rápidamente, pero que habida cuenta de los antecedentes y permanentes diferendos fronterizos entre los dos países, podría haber derivado en un malentendido de impredecibles consecuencias.
“Lo desconcertante es que este conflicto fue recibido con completo silencio por ciertos autodenominados ´patriotas´. En esas horas de tensión, no hubo respaldo público desde ese sector a la posición del Estado chileno. Entre los intereses de Chile y la fascinación con Milei, parece que para algunos patriotas pesó más lo segundo”; señalaba Matamala en clara alusión a la ultraderecha chilena comandada por José Antonio Kast.
Y agrega: “Bajo el rótulo de ´patriotas´, agitadores callejeros, dirigentes políticos y parlamentarios se presentan como luchadores contra una ´élite globalista´, a la que acusan de las más intrincadas conspiraciones, en una espesa cazuela que mezcla marxismo, pedofilia, crisis climática, educación sexual, derechos humanos, feminismo y derechos de minorías.”
Esa extraña visión de “patria” tan particular y caprichosamente dirigida, cabe tanto a la extrema derecha pro-Milei como a la extrema izquierda pro-Maduro. Y se acentúa en Latinoamérica en la medida en que ambos criterios, aparentemente opuestos, se vuelven más dogmáticos y extremistas.
Lo curioso es que ambas tendencias podrían terminar mimetizadas, a la larga o a la corta, con la palabra “fascismo”; y esto pone en grave riesgo a la democracia según la concebimos quienes valoramos el privilegio de vivir en libertad.
En ese extraño contexto, Uruguay no es la excepción a la regla ya que conviven políticos autodefinidos como pro Milei o pro Maduro, unos en el Partido Nacional y otros en el Frente Amplio.
En el inicio de un nuevo período electoral, vale la pena recordarlo.
