Con la bandera de la libertad

Una noticia de AFP daba cuenta en enero de 2014 de que el presidente uruguayo, José Mujica, había reivindicado esa semana en declaraciones a Canal 10 de Uruguay, “el derecho a la experimentación social”, en referencia a la legalización de la marihuana a punto de ser aprobada. Al mismo tiempo, el presidente había reconocido que “su proyecto se inspiró en la ideología del economista liberal estadounidense Milton Friedman”. Su clara alusión a las ideas de la libertad se terminaba de reafirmar con una frase llamada a trascender: “Creo que no hay otro camino que experimentar con racionalidad.”

Desde hace mucho tiempo hemos sostenido que de los siempre polémicos dichos y manifestaciones de Mujica, suele emanar, como cuando el aroma proveniente de una cocina permite intuir los ingredientes que el cocinero maneja, aroma a liberalismo.

Los comentarios del ahora expresidente, suelen estar nutridos de sentido común y apuntan a resultar de fácil comprensión, sin desestimar su profundidad y alcance.

Esto hace valer aquello de que el liberalismo no es de derecha ni de izquierda, porque ser liberal no impide el derecho y hasta la obligación de ser solidario y de preocuparse por el bienestar general.

Nuestra postura en este sentido no es nueva. Lo señalamos con total neutralidad cuando un estallido social sacudió a Chile en 2019. El llamado Octubre chileno no significó el “entierro del liberalismo” como muchos intelectuales ansiosos de cambios pretendieron anunciar. Fue la reacción natural y espontánea de una sociedad cansada de los abusos mercantilistas de quienes hicieron del liberalismo su disfraz, para hacer de Chile su propio mercado, impidiendo la instalación del mercado abierto que los chilenos pretendían y que hasta el día de hoy pretenden impulsar. Una sociedad libre y solidaria, donde salud, justicia, educación y seguridad se garanticen y sean accesibles para todos. No interesa una sociedad sometida y al servicio de un Estado benefactor, donde valga más el amigo político que el esfuerzo individual.

La idea de “Experimentar con racionalidad”, camino recomendado por Mujica en 2014 al tiempo de impulsar la legalización de la marihuana, nunca ha estado más vigente.

Esta semana, una interesante entrevista realizada por Gabriel Díaz Campanella al propio José Mujica en Montevideo y publicada por El País de Madrid, puso al día urbi et orbi, el pensamiento actualizado del expresidente.

Para Mujica, la pandemia “desnudó algunas debilidades” de la realidad contemporánea de la humanidad. En referencia directa a la implementación de la vacunación contra el covid-19 a nivel mundial, consideró que pudo haber sido mucho más eficiente pero no lo fue, debido a que “la propiedad del conocimiento tuvo mucho más valor que la necesidad humana de contribuir a poder colectivizar el conocimiento.”

“No falló la ciencia, lo que falló fue la política, que no tuvo la capacidad de coaccionar al sistema económico para poder hacer lo que había que hacer con rapidez.”

“La humanidad ha creado una civilización notable; capturó a la ciencia, multiplicó la productividad y la variedad de las cosas, pero no la podemos parar, no la podemos reconducir.”

Ante la afirmación de que nos encontramos ante “una globalización que están haciendo los intereses del mercado, donde la política es un pálido espectador que va detrás”, el periodista preguntó cómo podría la política recuperar ese lugar, a lo que Mujica respondió: Necesitamos un Gobierno mundial y ponernos de acuerdo en respetarlo. Tendría que ser eminentemente técnico-científico en muchos aspectos. Pero ningún país va a ceder debido al conjunto de intereses que hay detrás y por su soberanía.”

Y es aquí donde pasamos a discrepar con el expresidente.

La humanidad alcanzó el grado de desarrollo en el que estamos gracias al capitalismo. Esa misma humanidad ha ido organizándose para autogobernarse y ordenar su convivencia sustituyendo a la era feudal por una burguesía creadora que a partir del intercambio de bienes y servicios nos trajo hasta donde hemos llegado.

Si algo ha impedido el desarrollo y la equilibrante solidaridad con la cual este debió solventarse, fue la existencia de gobiernos autoritarios, donde el atraso va de la mano con la corrupción. Lo mismo ha ocurrido con monopolios y oligopolios que muchas veces al amparo de gobiernos democráticos logran a partir de un lobby constante implantar su desmedida ambición, la cual no ha sido suficientemente evitada y controlada por esos gobiernos.

Pero en cualquiera de los casos mencionados como obstáculos para el desarrollo que perseguimos, puede aplicarse el término de liberal al accionar de sus protagonistas.

Y en el siglo XXI, ¿puede la cooperación contribuir a remediar la desigualdad?, pregunta el periodista, a lo que Mujica responde:

“Hay que aceptar el desafío de la sociedad de mercado y convencer a las grandes mayorías de construir otro sistema de organización humana. Hay que apoyar mucho la autogestión, la cogestión, otro sistema de funcionamiento empresarial, basado en la cooperación. Donde hay una gran empresa es porque funciona la cooperación humana, estará impuesta, pero no es un proyecto individual. Lo mejor del capitalismo hay que mantenerlo. En definitiva, la lucha es para que el ciudadano se apropie con responsabilidad de lo que está en juego en su vida, goce de los beneficios y sufra las consecuencias de su parsimonia también.”

Salvando la crítica solapada a los emprendimientos individuales que son en definitiva la base de cualquier desarrollo, sus expresiones se parecen bastante a las de un liberal. Celebramos que el expresidente se haya expresado finalmente de acuerdo con el verdadero cerno de su pensamiento, el cual le ha valido varios reconocimientos a nivel internacional, pero nos gustaría que fuera él mismo quien así lo reconociera.

Ahora nos falta entender cómo se conjuga ese modo de pensar, con la posición extremista de sus socios políticos agrupados en el partido comunista o en el Pit-Cnt. Tampoco parece armonizar con su permanente respaldo a las dictaduras de Cuba, Venezuela o Nicaragua, cuyos gobiernos se encuentran en las antípodas de la utopía esbozada por el exmandatario.

Es bueno que el espectro político uruguayo perciba y valore desde derechas e izquierdas la importancia de las ideas de la libertad. A partir de allí se trata de discutir matices sobre los cuales siempre nos vamos a poner de acuerdo. Pero tratándose de extremismos, vengan de donde vengan, todos debemos estar de acuerdo no solo en identificarlos sino además en ponerlos en evidencia.

Con la bandera de la libertad, ganamos todos.

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