El frágil argumento de la experiencia

No existen dudas de que cada elector tomará posición según su propio criterio. Sin embargo, los equipos de campaña se esmeran en plantear perspectivas laterales que permitan sumar votos o hagan titubear, al menos, al votante aun indeciso.

En ese escenario ha irrumpido en el diálogo ciudadano una arista muy interesante sobre la cual quizás valga la pena reflexionar en profundidad. Las circunstancias lo ameritan ya que probablemente este aspecto sea parte relevante del diálogo cívico en la previa de los comicios presidenciales.

La aparición de un “outsider” siempre invita a esta conversación ciudadana. Las dudas acerca del talento que tendría esa figura a la hora de administrar la cosa pública se multiplican amparadas en la idea de que la ausencia de una trayectoria que demuestre conocimiento en la materia lo dejaría en desventaja frente a adversarios que tienen sobrado recorrido en estas lides.

Habrá que decir que el tema es muy opinable y hasta controversial. La historia aporta demasiada evidencia al respecto y lo primero que emerge de esa secuencia es que no se puede ser categórico a la hora de explicitar conclusiones definitivas.

Muchos pioneros han conseguido ser exitosos. No traían consigo demasiadas batallas ganadas o inclusive ninguna significativa, pero a pesar de ello dieron que hablar, fueron eficaces y llegaron a la meta propuesta.

Claro que, en otros casos similares, la falta de oficio fue determinante y tropezaron dándole la razón a los más pesimistas observadores que se ufanaron de acertar el pronóstico de lo que consideraban un fracaso predecible.

En el otro lado del mostrador, ocurrieron cosas parecidas. Alguno de los más avezados, esos que podían exhibir laureles de numerosas batallas ganadas, claudicaron ingenuamente cometiendo errores impensados, mientras otros, con idéntico recorrido cumplieron con las expectativas puestas en ellos y siendo victoriosos ante su cometido.

Lo cierto es que en estas cuestiones resulta muy difícil ser concluyente. Muchos debutantes, gente que proviene de otros ámbitos o inclusive personajes sin demasiado “curriculum” en esta clase de ámbitos pueden dar la sorpresa, mientras los más entendidos también podrían fallar como cualquier otro.

El debate presidencial en Argentina pone nuevamente este tema en el tapete con ribetes muy particulares. Las características personales y los perfiles singulares de cada postulante invitan a ese análisis sobre todo teniendo en cuenta que la responsabilidad que tendría el ganador al ser elegido como el siguiente primer mandatario sería gigantesca especialmente si se considera la grave situación política y económica del país.

Los detractores de lo nuevo se han parado allí para denostar a aquellos con los que no tienen afinidad. Le critican su supuesta incapacidad para resolver problemas. Entienden que el hecho de no pertenecer al ecosistema y desconocer lo elemental los convierte automáticamente en ineptos.

Suelen argumentar utilizando una analogía que genera temor. Afirman que nadie pondría su vida en manos de un médico sin suficiente experiencia y por eso instan a descartar alternativas que no puedan demostrar suficiente dominio de las temáticas centrales que forman parte de los resortes del poder.

El planteo sería bastante pertinente si los otros protagonistas fueran virtuosos repletos de logros trascendentes. No parece ser el caso.

Los que menosprecian al nuevo solo pueden contar que han pertenecido a proyectos que han tropezado hasta el cansancio y que sólo dejaron a su paso pésimos resultados sociales.

Tienen muy poco que mostrar como logro. De hecho su narrativa está diseñada de un modo tal que ocultan sus omisiones y esconden cualquier clase de autocrítica acerca de la responsabilidad que les ha tocado en suerte en cada caso.

Va siendo tiempo de poner las cosas en su lugar. Esta es una competencia entre los que no tienen prontuario y los que si. Se podría hacer todo tipo de conjeturas sobre la chance de que el inexperto sorprenda positivamente o tal vez no acierte de modo alguno. 

Lo que no se debería aseverar con tanta grandilocuencia es que los que ya conocen el tablero de control tienen las ideas adecuadas para esta vez no equivocarse como en el pasado reciente.

Es tiempo de apelar a mejores argumentos. Este de la experiencia no parece ser el mas adecuado en esta circunstancia tan exótica.

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