No importa de que lado estés

Todos somos distintos. Mal que les pese a algunos, esa es la realidad. Pensamos distinto, actuamos distinto, acordamos, disentimos, tenemos éxitos y fracasos distintos, tenemos gustos, elecciones, y preferencias que nos hace únicos. Nunca seremos iguales, y gran parte del desarrollo como individuos, grupos, sociedades y naciones se debe a eso.

Vivimos en un mundo donde la tendencia del pensamiento político y social es a tratar de mantenernos integrados desde el respeto y la tolerancia por las propias diferencias que nos caracterizan.

Por otro lado, por ejemplo, formamos parte de una región donde los movimientos migratorios están siendo muy fuertes desde los últimos años, y nos ha tocado ser, en esta oportunidad, un país receptor de ese flujo por diversos motivos, sean económicos, políticos o sociales. Este país les ha abierto las puertas a muchas personas, para que puedan encontrar en Uruguay lo que están necesitando, haciéndolos parte social y culturalmente.

La sociedad uruguaya es abierta, tolerante, generosa, colaborativa, aunque algunos de los pilares que la sostienen como el sistema educativo y el sistema político demuestren una progresiva decadencia desde hace varias décadas.

Un gesto de lo que es Uruguay, fue el viaje que realizaron el presidente Lacalle Pou con los exmandatarios Julio María Sanguinetti y José Mujica, con el motivo de la asunción presidencial de Lula Da Silva en Brasil. Una situación insólita de que tres políticos de ideologías distintas se reúnan con un motivo en común y representando al país con un fin, nada mas ni nada menos que político.

Otro gesto de lo que es Uruguay fue cuando el ministro Daniel Salinas renunció a su cargo el pasado 13 de marzo, y en la ceremonia de despedida terminó fotografiándose con los dos principales dirigentes sindicales de la salud, Martín Pereira y Jorge Bermúdez, expresándoles “Gracias por todo, en las difíciles y en las fáciles”. Otro hecho poco común con un mensaje contundente.

Pero no todo es color de rosa, y el hecho también, es no dejar pasar lo que llama la atención, pero para mal.

El día 15 de marzo, El Observador publicó una noticia en la cual se mencionaba que el dirigente socialista, Adémar Cordones, renunció al Partido Socialista mientras el sector evaluaba investigarlo por trabajar en la reforma educativa del gobierno. En particular, la Agrupación de Educación del Partido Socialista fue quien realizó el pedido al Comité Central para que se enviara el pase a comisión de disciplina por el rol que cumplía Cordones y su defensa a las políticas educativas impulsadas por el gobierno.

El Partido Socialista se equivoca

Si hay algo que tenemos que celebrar, es todo hecho que rompa con el modo de hacer política siempre desde la contraria y desde la vereda de enfrente, permitiendo otras opiniones, experiencias, convicciones. Es el camino y la oportunidad que tenemos como sociedad de dejar de elegir políticos mas que por el desacuerdo con el contrario, por el acuerdo del propio y abandonar un modelo de elección racional, que aunque a los políticos les guste porque le da rédito, está agotado y la tendencia en lugar de ir cada vez mas a los extremos, es a reunirse en el centro.

Es un retroceso pensar, actuar y juzgar una acción en función de si tengo afinidad ideológica, reafirmando y justificando, inclusive, hechos poco éticos y morales, pero anteponiendo la circunstancia de que lado de la vereda esté.

Análogamente lo es la situación de que si un dirigente de un partido se involucra apoyando políticamente al contrario, debe ser juzgado por no adecuarse a los lineamientos del suyo.

Como si de una traición se tratase

Los partidos políticos, así como también cualquier grupo con fines de diversa índole, son conformados por individuos con su propias convicciones, y que circunstancialmente por encontrarse con mas individuos en la misma situación y con cierta afinidad, deciden aunar esfuerzos y reunirse bajo un objetivo común. Lo que no deben los partidos políticos, es a ser agentes que condicionen las convicciones de las personas porque el sentido natural de la existencia es en sentido contrario.

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