Ante la negativa de sus socios del Mercosur de acompañarlo, o al menos de explícitamente dejarlo en libertad de acción, Uruguay avanza desde hace ya varios meses en el logro de amplios acuerdos comerciales con países de fuera del bloque, que le permitan abrirse al mundo con autonomía.
En ese contexto, un tratado de libre comercio (TLC) con China, principal socio comercial del país, es el que ha ocupado más atención y energía entre los varios que se vienen negociando.
Cabe recordar que China fue, además proveedor de la vacuna Sinovac –hoy reconocida y aceptada en Europa y los Estados Unidos– primera vacuna aplicada en Uruguay contra el Covid 19 que permitiera establecer un programa ordenado y completo de vacunación a partir del cual, en pocos meses, se logró frenar la pandemia. Esa negociación fue llevada adelante por el gobierno nacional con el gobierno chino sin mayores estridencias, mientras que desde la izquierda uruguaya se recomendaba vehementemente inclinarse ante Rusia para implorar por su famosa vacuna Sputnik, tal como hizo la Argentina, con los tristes resultados por todos conocidos.
En ese marco, la repentina irrupción del diputado Ope Pasquet planteando la idea de repensar la conveniencia de seguir adelante con ese tratado, a pocos días de iniciarse las negociaciones que avanzarían hacia la definición del acuerdo definitivo, parecen desatinadas.
En su opinión, la cual hizo pública expresamente y tuvo inmediatas reacciones favorables desde el Partido Colorado, resulta inconveniente la actitud asumida por China con relación a la invasión de Rusia a Ucrania y eso configuraría un motivo suficiente para enlentecer y tal vez reevaluar ese proceso.
Las oportunidades de lograr tratados comerciales con economías como la China, no suelen ser fáciles de lograr. La experiencia dice que cuando se dejan pasar, sea cual sea el motivo que genera la duda, muy difícilmente se vuelven a presentar.
Bastaría con recordar la negativa del Frente Amplio y del canciller de aquella época, Reinaldo Gargano, a realizar un tratado de libre comercio con los Estados Unidos a propuesta de aquel país, en el primer gobierno de Tabaré Vázquez.
Ese tren, nunca más volvió a pasar por la estación Uruguay.
En cuanto a los temores manifestados por el diputado Pasquet, cabe observar cómo China viene operando desde hace años con diversos países de la región, entre ellos Chile, país con el que mantiene un tratado bilateral de libre comercio desde hace muchos años, con excelentes resultados para ambas partes.
Por otra parte, ante la nueva situación geopolítica y la posición de China al respecto, no parece ser la mejor estrategia darle la espalda y cerrar la puerta para aislarla del resto del mundo. El poderío militar y económico de esa nación no va a desaparecer por proceder de esa manera y se corre el riesgo de que esa actitud parezca una invitación a buscar una alianza ahora si estratégica con su vecino asiático, que muy probablemente acarrearía más complicaciones que beneficios para Occidente.
Una cosa es actuar con prudencia en el marco de una situación internacional preocupante -cosa que el más elemental sentido común recomienda- y otra muy distinta sería dejar de negociar, o dejar de vender a ese país – que es además nuestro principal cliente- o el hacer tambalear el posible acuerdo anunciando que Uruguay procederá a “rediscutir su pertinencia”.
El denominador común en la región en cuanto a mantener relaciones comerciales con China, ha sido el de comprobar que al menos hasta el momento, el gigante asiático mantiene una clara política de no intervención en los asuntos internos de los países con los que negocia, evitando mezclar los asuntos comerciales con los políticos.
Negociar con múltiples países, lejos de poner en riesgo nuestros valores y principios los enaltece, potenciando aún más nuestras capacidades y fortalezas.
Analizándolo detenidamente, los temores planteados ante un asunto tan claramente auspicioso para el país tal vez busquen en realidad provocar demoras obedeciendo a mezquinos intereses políticos, o sean simples fuegos de artificio para llamar la atención y encubrir el temor al éxito cuando este, en definitiva, se percibe como ajeno.