Lo que importa es el modelo

Las últimas encuestas de opinión dan cuenta de que más allá de las acostumbradas variaciones de porcentajes en relación con intención de voto, el país se mantiene dividido en dos corrientes de pensamiento claramente diferenciadas, con sus representantes perfectamente identificados.

Por un lado, la Coalición Republicana llegada al gobierno hace poco más de dos años, ha ido logrando establecer sobre la marcha, los mecanismos internos de auto regulación y funcionamiento, que permitan un ejercicio coordinado y efectivo del poder.

Por su parte otra coalición, devenida en partido político hace varias décadas, asume casi en exclusiva la tarea de oposición al gobierno, luego de quince años ininterrumpidos ejerciendo el poder, contando con una disciplina partidaria inquebrantable y mayoría absoluta en el Parlamento durante el tiempo que gobernó.

Dos visiones muy diferentes del país y dos formas antagónicas de gobernar.

El abanico ideológico que integra la coalición de gobierno permite al elector una amplia gama de opciones a la hora de elegir a quién respaldar con su voto. Esto no parece ocurrir en la coalición de oposición, donde cada vez se estrechan más las opciones de centro izquierda que la llevaron al poder y en la cual los sectores más radicales dominan la escena.

Analizando el comportamiento del gobierno actual, no pueden pasarse por alto ciertos hechos que lo condicionaron hasta el momento, comenzando por la irrupción de la pandemia de Covid-19 a los pocos días de asumir. Luego ocurrió el repentino fallecimiento del ministro del interior Jorge Larrañaga. Llegó el referéndum convocado por el Frente Amplio para derogar artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) – que fue preparada siendo el actual gobierno oposición y discutida y aprobada por los socios de la coalición, en plena pandemia. Y últimamente, el denominado caso Astesiano que removió bases de confianza y lealtad que se daban como férreamente establecidas.

Pese a todas esas contrariedades, la LUC permaneció en vigencia y el gobierno siguió adelante con dos reformas de claro costo político, pero imprescindibles para lograr encaminar al país por la senda de la convivencia en paz y el desarrollo: la reforma de la seguridad social y la reforma educativa.

Y es en relación con esa misma reforma educativa que esta semana, cuando el diario El País publicó una extensa entrevista realizada por R. de Armas y R. Santopietro al intendente de Canelones y probable candidato del Frente Amplio a la presidencia en las próximas elecciones, Yamandú Orsi, nos sorprendió su visión del tema.

Periodista, refiriéndose a la reforma educativa: “¿Y con el contenido está de acuerdo?”

Yamandú Orsi: “-Del contenido he escuchado cosas que están bien… Lo que pasa es que así, ‘lo hacemos o lo hacemos’, me parece absurdo. Es la crónica de una muerte anunciada. Yo me opuse a la reforma de Germán Rama y después me di cuenta de que había cosas que estaban buenas. Yo me tenía que oponer a todo. ¿Por qué? Porque me lo quisieron meter a prepo. También es cierto que los gobiernos tienen que gobernar y en algún punto tienen que decir: ‘vamos por acá’. Yo confío en las herramientas, que son los partidos. Pero eso no se decreta ni se compra, hay que hacer un proceso…”

Y más tarde, para completar la idea, agregó: “Creo que es un gobierno que no carece de ideas, sí de ejecución.”

Aquello de “cómo te digo una cosa te digo la otra”, nunca estuvo mejor representado.

Los economistas chilenos Andrés Velasco y Daniel Brieba, en su libro Liberalismo en Tiempos de Cólera, señalaban en mayo de 2019, pocos meses antes de que se produjera el estallido social conocido como el Octubre Chileno, que en Chile se habían resumido todas las recetas de la Universidad de Chicago en un documento gordo denominado El ladrillo, con el cual prometían a ese país un futuro de esplendor. Dicho “modelo”, fue puesto en práctica durante la dictadura de Augusto Pinochet y continuó su vigencia por décadas, en la era democrática y bajo gobiernos de izquierda a cargo de la denominada Concertación.

Refieren los autores que: “En años recientes, a ese ladrillo le ha salido competencia. Un libro casi tan grueso y ambicioso – El otro modelo de Fernando Atria y coautores – aspira a una nueva democracia y una nueva sociedad, pergeñadas ambas por una nueva Constitución.”

Y agregan: “Pensar en modelos contrapuestos – el de la dictadura y este otro modelo que se le opondría – es tentador. Esa manera de pensar ofrece cambiar un paquete ideológico total y autocontenido por otro. El ‘modelo’ siempre es monolítico; ofrece un sistema cerrado, en el cual todo fenómeno tiene explicación.”

“Hay quienes transforman la confianza en el mercado en una fe y confían en un modelo que no solo pretende explicarlo todo, sino que resolverlo todo. Algo parecido hacen quienes todo lo explican por la necesidad de echar abajo el modelo.”

La experiencia chilena debería servirnos de advertencia. No es buena cosa mantener un permanente enfrentamiento ideológico que no busca soluciones reales para la gente, sino el acceso al poder.

La Coalición Republicana parece haber encontrado la forma. No vemos mala voluntad en las expresiones de Yamandú Orsi; pero su mensaje de apariencia conciliadora no coincide para nada con el “modelo” que orienta a quienes gobiernan el Frente Amplio y su accionar.

Lo cierto es que el gobierno no carece de ideas como bien señala el intendente de Canelones; pero tampoco carece de ejecución. Cuenta con una oposición destructiva, que trata permanentemente de obstaculizarla.

Y eso es imposible de disimular.

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