Uruguay viene retrocediendo estos últimos días en diversas áreas, y el peor error sería no reconocerlo para poder corregirlo.
Retrocede el deporte con una selección uruguaya de fútbol cuyo director técnico prefirió extrañamente jugar al empate, desperdiciando un seleccionado excepcional compuesto por jugadores de primer nivel, pocas veces reunidos e increíblemente integrados, que merecían mejores resultados.
En el fútbol como en todo deporte, se compite; a veces se gana y otras se pierde. Pero lamentablemente retrocede también nuestra fama de selección caracterizada por su estilo de fair play, condición construida a lo largo de más de una década de seria conducción del maestro Tabárez, que había logrado eliminar la fama de violentos y pendencieros que arrastrábamos pesadamente antes de su llegada.
Independientemente de lo injusto de nuestra eliminación que nadie puede desconocer, debimos criticar a la FIFA con altura, demostrando nuestra indignación, pero no generando la posibilidad de que además de perjudicarnos descaradamente, se den el lujo de abrirnos diversos expedientes por actitudes innecesarias que debimos evitar.
En el ámbito internacional, retrocede el gobierno y con él el país, que enfrenta un Mercosur agresivo y excluyente. Por el solo hecho de que Uruguay piense distinto y reclame autonomía, se le exige resignarse ante las tropelías imperativas de sus dos socios mayores y la tradicional astucia acomodaticia de su otro socio menor.
Sin embargo, el retroceso no se genera por la reacción proteccionista de Brasil, Argentina y Paraguay que a nadie sorprende, sino por el aparente desinterés que la difusión de esta situación genera en los posibles interesados externos al Mercosur, en acordar con Uruguay.
Es evidente que en este tema algo faltó o algo falló. Ahora nos toca decidir cómo continuar y no parece razonable desandar el camino andado. Pero hay una oposición que no parece sentirse incómoda manteniendo el estatus que teníamos previamente, el que desde hace más de treinta años nos somete a los caprichos e intereses de los socios mayores. Parecería que el retroceso los alegra.
Y es que en lo político, también en otros temas retrocede la oposición. «Yo no creo que el presidente esté involucrado en estos asuntos, porque si no, lo diría. Pero sí creo que el Poder Ejecutivo actuó con una ingenuidad y una falta de praxis política para llevar adelante un gobierno que es sorprendente» La frase pertenece al presidente del Frente Amplio Fernando Pereira y fue recogida esta semana por el diario El País, en base a declaraciones realizadas a Subrayado.
Una nueva crítica destructiva que además fue matizada también con una constante insistencia en afirmar la existencia de un “problema institucional”. Todo esto en relación con un posible caso delictivo en investigación – el denominado caso Astesiano – que se habría originado en 2013, en pleno gobierno del Frente Amplio y habría seguido hasta su reciente descubrimiento y destape.
Dada la gravedad de su insinuación y la falta de fundamentación de sus dichos, hablar de “riesgos institucionales” o de falta de praxis política – expresión totalmente carente de sentido – podría oler a estrategia conspirativa. No creemos que sea esa la verdadera intención del Sr. Pereira ni del partido que preside, pero eso es lo que se trasmite urbi et orbi desde ese conglomerado político y huele mal.
Este país es de todos y a todos debería interesarnos que nos vaya bien. Los aportes creativos y críticas constructivas deben ser siempre bienvenidos. Los otros terminan dañando moralmente a la sociedad y deberían evitarse.
Es tiempo de reaccionar y pensar en positivo, dejando de jugar con las instituciones o con la institucionalidad.
No vaya a ser que de tanto retroceder, se termine acabando el juego.