Esta semana el diario El País resumía con la firma de Hernán Zorrilla, declaraciones de Fernando Mattos, ministro de Ganadería Agricultura y Pesca, formuladas a radio Carve.
Siendo productor agropecuario y estando a cargo del organismo que conduce las políticas vinculadas al sector y por tanto su destino, sorprendió su conformismo al señalar que: “El atraso cambiario es una constante del Uruguay y son menos los años donde no existe una conversación así. Es un problema enorme del país, estuvimos 18 años fuera del rango meta, con anuncios de sistemas de reducción o franjas que permitan controlar la inflación”. Y agregó: “El problema de la inflación en dólares estuvo en todos los gobiernos, pero la relación con los valores de los vecinos también incide”.
Esa conformidad manifestada por el ministro con relación al atraso cambiario y a su absoluta inacción para revertirlo, justificada por el hecho de considerarlo “una constante en el Uruguay”, resulta incomprensible. Humanamente hablando, solo podría comprenderse si tomamos en consideración que tanto el jerarca de referencia como todos sus colegas en el gobierno, cobran sus sueldos en pesos.
En contraposición a la imposibilidad de poder incidir para lograr cambios en relación con el atraso cambiario manifestada por Mattos, el presidente de la Unión de Exportadores del Uruguay, Facundo Márquez, recordaba también esta semana que desde 2012 se viene hablando del mismo tema. “Somos los que estamos bancando la fiesta”, declaró a una radio local. No le falta razón.
En cuanto a la posibilidad de que una empresa ya operando, adquiera nuevas plantas frigoríficas que la coloquen en una posición cuasi monopólica que arriesgue a una posible distorsión del mercado, el ministro considera que: “Tenemos que respetar las reglas de juego de la inversión, y para eso hay una comisión especializada”. Y agregó: “A nadie le gusta escuchar que una empresa tenga el 50% de la demanda de determinado mercado, aunque el proceso concentrador es una realidad en el mundo.”
De acuerdo con la nota periodística mencionada al inicio de esta columna, el ministro también habría manifestado no estar del todo conforme con hacer un ministerio más ágil y menos pesado, aunque intenta que se reduzcan tiempos de espera para algunos trámites necesarios.
Sin embargo, su visión de un ministerio “más ágil y menos pesado”, luce a contrapelo de los nuevos organismos creados o ampliados bajo su gestión.
La ampliación de los alcances del Programa Nacional de Control Reproductivo, a cargo del Instituto Nacional de Bienestar Animal (ver Un decreto autoritario) y la autoritaria “declaración de guerra” a los montes con árboles frutales a su criterio “abandonados” a través de la Dirección General de la Granja (ver Otro decreto autoritario), vuelven ese ministerio más burocrático, más pesado y más molesto para los ciudadanos ajenos a la política.
Erradicar la mosca de la bichera, proyecto que ocupara grandes titulares y generara mucha expectativa por la novedosa modalidad a utilizar de “importar moscas de Panamá”, habría quedado sin efecto. Al parecer, diversas complicaciones habrían surgido que la prensa no informó, al menos con el mismo énfasis con que fue anunciado el proyecto. Pero el ministro no habría perdido las esperanzas y estaría en la búsqueda de nuevos proveedores.
La mosca de la bichera no se ha podido erradicar.
Es muy difícil que el ministro y su gestión batllista conformen a los productores agropecuarios a los que dice defender. Están a merced del atraso cambiario y del permanente lobby de la industria.
El traslado de recursos de los sectores productivos para “bancar la fiesta” como bien lo resalta el presidente de la Unión de Exportadores, es la verdadera “constante” en el país.
Y es un hecho de la realidad que la Coalición Republicana, no ha modificado esa disonante tradición.