Fascismo y antifascismo

El diario El Observador informaba esta semana acerca de la visita de una dirigente del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) a Venezuela, para participar en el denominado «Congreso Antifascista» organizado por Nicolás Maduro.

Su participación en el mencionado evento se habría producido en representación de la Red en Defensa de la Humanidad Capítulo Uruguay.

La misma dirigente junto a otros integrantes del Frente Amplio (FA), habría estado además como observadora en las elecciones en Venezuela, en las que el gobierno dio como ganador a Maduro. Como es de público conocimiento y está a la vista de quien quiera revisarlo, la oposición probó y comprobó con la publicación de más del 80% de las actas oficiales, el triunfo abrumador de Edmundo González Urrutia, hecho aceptado y reconocido por la mayoría de los países democráticos.

Según reseña la misma publicación, El MLN habría publicado en sus redes en base a lo informado por sus “observadores”, un comunicado saludando el «acto eleccionario ejemplar» y «la derrota del proyecto golpista de la derecha continental y del imperialismo norteamericano…».

Y cabe la pregunta: ¿Desde dónde observaron?

Observaron probablemente desde un hotel cinco estrellas, por lo cual no vieron la persecución a delegados de mesa e incluso a militares que las custodiaban, o la ejercida contra toda la oposición que ganó por abrumadora mayoría la elección.  

Curiosamente, la publicación mencionada señala también que algunos de los principales dirigentes del MPP entre los cuales destaca al expresidente José Mujica y los senadores Alejandro Sánchez y Daniel Caggiani, “han marcado sus discrepancias con ese comunicado”.

Confusa situación interna que nos lleva a reflexionar sobre lo que nos preguntábamos hace algunas semanas – Quo vadis Yamandú – con relación a la indefinición del candidato frenteamplista a la presidencia sobre la situación venezolana.

Esta semana en rueda de prensa y ante la insistencia de los periodistas para que el candidato definiera su posición con relación a Venezuela, Orsi, no sin antes aclarar que existen diversos tipos de dictaduras, se pronunció. Reconoció que, si hay que elegir entre democracia o dictadura, en Venezuela hay una dictadura dado que “no hay libertad, hay presos políticos y millones de personas que se tuvieron que ir del país”.

Una postura poco clara porque no se entiende lo de licuar la palabra dictadura realizando un recorrido sobre la existencia de diferentes “sistemas autoritarios”. Mencionó que “tenés un montón, desde teocracias, dictaduras militares clásicas en América Latina y otras cosas que existen”.

Atribuyó finalmente su decisión de calificar al gobierno de Maduro como dictadura dada «la necesidad que tienen ustedes los periodistas de que yo vaya por este camino”.  Excelente referencia a la importancia de un periodismo libre, que vale la pena destacar que en Uruguay vive y prospera.

A título informativo, es bueno aquí recordar algunas definiciones que la Real Academia Española (RAE) da a la palabra fascismo, para poder vislumbrar con una mejor óptica la situación venezolana:

“Movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX, y que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista.

Actitud autoritaria y antidemocrática que socialmente se considera relacionada con el fascismo.”

¿Qué de distinto en la precedente definición tendría el gobierno autoritario de Nicolás Maduro para auto ubicarse en las antípodas de esa categoría organizando un Congreso Antifascista?

Tal vez arrastra traumas de la época comunista de Cuba, luego trasladados a Venezuela.

Pero el comunismo no existe más. Los Estados comunistas repartieron sus haberes entre los miembros de la Nomenklatura.

Todo el odio, la envidia y el despotismo bajo los cuales se cobijaron para encumbrarse gobernantes y funcionarios, hoy se asocian con poderosos inversores a los que se les asegura rentabilidad desde un poder ejercido en forma autoritaria. Y eso se llama fascismo. Y se ejerce tanto en Cuba como en Venezuela o Nicaragua.

En todos esos casos, la suerte del pueblo y su opinión, dan lo mismo.

Por su parte, el diario El País reseñaba que la recién incorporada candidata al Senado por el MPP, la periodista Blanca Rodríguez, declaraba esta semana lo siguiente, también ante el asedio de los periodistas: «Resulta que ahora todos tenemos que ser expertos en política internacional, ¿no? Como si conociéramos Venezuela tanto». «Yo tengo mi opinión sobre Venezuela y puedo decirla sin problemas. Yo creo que en Venezuela hay un gobierno autoritario. Yo creo que Venezuela es una dictadura desde hace tiempo. También quiero decir que quiero hablar de los problemas del país, hablemos de Uruguay».

Es evidente que el núcleo duro de la izquierda, que no predomina, pero crece, sigue viendo como algo natural que exista una dictadura – mientras sea afín a sus ideas – lo que pone a los candidatos más relevantes de la coalición en un problema, a la hora de calificar o tan siquiera hablar de la tragedia venezolana.

Las dictaduras que vivimos en Uruguay y la región hace ya varias décadas, se diferencian de la que viven hoy Venezuela, Cuba o Nicaragua, solamente en que las actuales se autodenominan “de izquierda” y son integrantes del Foro de San Pablo, al que también pertenece el Frente Amplio.

Ese partido de izquierda supo gobernar democráticamente durante quince años y al ser derrotado por un escaso margen de votos, no generó ningún problema a la hora de entregar el poder.

Es mayoritariamente un partido democrático, aunque cuenta entre sus integrantes con ese famoso núcleo duro de extrema izquierda, que no se opone a servirse de la democracia, aunque obviamente piensa como Maduro a quien aplaude, justifica y llegado el caso tal vez imitaría si se dieran las condiciones.

Pero hoy en día, decenas de miles de venezolanos y cubanos que viven entre nosotros, son fieles testigos y difusores de lo que significa vivir bajo la bota de un dictador y sus secuaces en pleno siglo XXI.

Respaldar a la dictadura, negar la realidad venezolana o simplemente intentar ignorarla mirando para otro lado bajo el paraguas del Foro de San Pablo, podría convertirse en un bumerang de consecuencias electorales impredecibles.

Habida cuenta de que Liber Seregni, Tabaré Vázquez y Danilo Astori ya no están para iluminar el sendero ideológico, vale la pena recordar que fueron ellos los forjadores de un equilibrio de centro izquierda democrática, cuyo legado es importante recordar y mantener.

Condición sine qua non para que esa coalición denominada Frente Amplio, tenga sentido.

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