“Contradestino”

“Áreas pedagógicas” (AAPP) es un programa para estudiantes desvinculados del sistema educativo que no han terminado el Ciclo Básico de enseñanza secundaria y quieren finalizar sus estudios, obtener un empleo y/o fortalecer sus habilidades para desarrollar sus proyectos de vida.

Habrán notado que destaqué la palabra “quieren”, que no es la misma que se utiliza en la descripción oficial de la Dirección General de Enseñanza Secundaria (DGES) ni en el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU), instituciones responsables del programa. Señalé esa palabra porque es lo que entendí al leer lo mencionado por una de las coordinadoras, Lourdes Busakr, en la entrevista realizada por La Diaria el 5/7/2022. A mi entender, AAPP apunta a despertar el deseo de aprender; incentiva a que los estudiantes crean en sí mismos y; refuerza la confianza en que es posible lograr lo que se proponen; Sólo si se consigue que ese deseo aflore, el querer hacerlo y creer que pueden, pasan a ser las claves del éxito. No obstante, como veremos, también es necesario que estas convicciones y deseos estén presentes en todo el proceso educativo.

En palabras de Busakr, cuando los jóvenes ingresan al programa, se les realiza una entrevista donde se indaga sobre la trayectoria educativa y “… las respuestas suelen mostrar una importante falta de confianza en sí mismos y, muchas veces, de “deshumanización”. “… ‘en general, vienen de historias educativas de mucho fracaso y de una creencia muy personal de que no son capaces de aprender nada’. Por ello, suele ser importante detectar cuáles son los intereses de los jóvenes para empezar y ‘a partir de ahí ver cómo ir relacionando el interés con contenidos conceptuales de las diferentes asignaturas’.” Por eso, en la web institucional de DGES se menciona que las AAPP forman parte de un Programa de Exploración Pedagógica, “en el que cada docente tiene la libertad de realizar las adecuaciones curriculares que crea convenientes.” Pero también, se espera que los docentes planteen propuestas que potencien los aprendizajes, habiliten la apropiación cultural y atiendan los intereses y la diversidad de los jóvenes.

Desde mi punto de vista, esta tarea titánica no se logra “de la noche a la mañana» ni siquiera, sin la convicción de los propios docentes de que es posible lograrlo. Precisamente, en el perfil de los educadores del programa que pueden encontrar aquí, se espera que los docentes tengan “… una profunda convicción de la capacidad de cambio que promueve la educación, así como la certeza de la capacidad de aprender que todos tenemos”. Además, Busakr mencionó que el aprendizaje se da en todos los sentidos: en los vínculos entre los docentes, los estudiantes y entre estos y aquellos. Una instancia fundamental para que suceda lo recién mencionado es la Coordinación. Al entender de Busakr, son espacios irrenunciables. “‘El profesor se siente escuchado y hay una confianza en que va a poder modificar cosas’, agregó, y valoró que para ello es imprescindible trabajar desde la ‘humildad’, la ‘honestidad intelectual’ y aceptar que los docentes ‘también tenemos que aprender y modificar muchas cosas.’”

Otra particularidad de este programa es la llamada “pedagogía de la hospitalidad”, que consiste en que los docentes trabajan intensamente en demostrar que los estudiantes son bienvenidos y en “‘la refundación del vínculo pedagógico’ que, a su vez, ‘está atravesada por la refundación de la confianza en los adultos y luego en las instituciones’. No olvidemos que los estudiantes que integran el programa estaban desvinculados del sistema educativo por diversos motivos: afectivos, familiares, económicos, sociales y/o institucionales. Además, pueden participar adolescentes que padecen algún trastorno psiquiátrico y/o consumo problemático de drogas y están en tratamiento que los habilite a cursar un proceso de aprendizaje. Los factores por los que los adolescentes dejan de asistir al liceo son múltiples, “… pero lo que sí está bastante extendido es que después queda una importante “desconfianza en el mundo de los adultos y de las instituciones.”, según Busakr.

AAPP tiene ocho centros en el país, de los cuáles tres están en Montevideo. El resto se encuentran en: Vista Linda, Canelones, Maldonado, Juan Lacaze, Mercedes y Fray Bentos. No obstante, hay varias solicitudes pendientes para que puedan instalarse en otros lugares. Además, las listas de espera para que puedan ingresar nuevos jóvenes en los actuales centros son “muy extensas”.

“Áreas pedagógicas” comenzó trabajando en Colonia Berro a principios de los años ‘90, donde las características de los jóvenes eran distintas: quienes habían cometido infracciones o delitos, adolescentes en situación de abandono o con patologías psiquiátricas, por las que sus familias recurrían a este centro por no tener posibilidad de acceder a otro. En 2005 también se empezó a trabajar fuera de los contextos de privación de libertad y en el 2016, año en el que se creó el Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente, se salió por completo. En la nota de La Diaria se expresa que AAPP no sólo se adaptó a las necesidades de los jóvenes del programa, que al día de hoy han sido más de 30.000 estudiantes, sino también a diversos contextos institucionales. Desde mi punto de vista, este hecho es de destacar, porque las personas que han llevado adelante el programa fueron propositivas y en seguida me explico: la población que se atendió en un comienzo estaba sumamente vulnerable y en un contexto de privación de libertad. El hecho de haber salido y focalizado la atención en “Jóvenes que en general tienen un nivel de resiliencia sumamente alto que al recibir afecto, comprensión, contención y respeto, habilitan la alegría y el deseo de aprender”, según puede leerse en la web del programa, a mi entender, es un acto de prevención y contención de un colectivo con potencial riesgo. Además, en la entrevista se comenta que algunos estudiantes están en situación de calle y al recibir la comida en estos centros, “hace a la formación del ser humano” y directamente “a lo humano”, según menciona Luz del Alba Alaniz, docente y otra de las coordinadoras del programa. “‘Esos espacios no sólo tienen que ver con brindarle un alimento al joven que vino sin comer, sino también con una educación para todos.’”

Por último, Busakr y Alaniz documentaron la experiencia de estos treinta años (cumplidos el 2020) escribiendo el libro Contradestino, con apoyo del INAU. Lamentablemente no encontré una copia en formato digital o de qué forma se puede acceder al mismo, pero intentaré conseguirlo contactando con las instituciones involucradas y de esta manera, poder despejar algunas dudas que me suscitó la lectura de la nota. Por ejemplo, se menciona que Alaniz es profesora de matemática y una de las ocho “fundadoras” del programa, que surgió a iniciativa de la profesora y psiquiatra Haydée Castelo. La interrogante que planteo es ¿“Áreas pedagógicas” puede ser considerada como “Iniciativa ciudadana”? Y más interesante aún, ¿“Áreas pedagógicas” comenzó siendo una iniciativa ciudadana para luego pasar a ser parte de un programa estatal que vincula dos organismos públicos? ¿Cómo se logra esta exitosa integración?

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