Uruguay
recuperó la democracia en 1985.
Pasados
37 años de aquel momento de inflexión en la historia del país, hay cosas que se
han mantenido hasta el presente como objetivos siempre señalados y nunca
alcanzados.
En ese
sentido, el tema de la pobreza ha tenido un papel preponderante.
La
izquierda uruguaya, encauzó por décadas la atención de la opinión pública hacia
ese terreno que cualquier persona con niveles básicos de sensibilidad comprende
y quisiera solucionar.
Actuando
como dueños de esas consignas, bastaba con que alguien amagara a tildar de
demagogos o populistas a sus pregoneros, para que de inmediato comenzaran a
encasillarlo como despreciable enemigo público con bullying garantizado por inhumano
y antisocial.
Pero
hete aquí que la izquierda llegó al gobierno municipal de Montevideo hace más
de treinta años y fue por quince años gobierno nacional con mayorías absolutas
en el parlamento. Marcaron pautas y legislaron a su antojo. Finalizado ese
período en el que el tema de referencia estuvo a diario sobre la mesa, parece
no haber habido cambios ni logros destacables y sostenibles cuando lo
analizamos.
Se
bajaron del gobierno y al otro día estaban de nuevo volviendo al tema, reclamando
y olvidando que muchos necesitados habían sido creados o mantenidos así por su
propia política y estilo de gobernar.
Seguían
estando allí y seguían siendo pobres, pero, curiosamente, volvieron a ser parte
central de la proclama política de una izquierda que, actuando ahora desde la
oposición, carece de argumentos sólidos para justificar su total fracaso en el
intento de erradicar de verdad esa condición de nuestra sociedad.
Mientras
tanto, miles y miles de venezolanos expulsados de su país por el hambre, la
inseguridad y la falta de esperanzas, han llegado al Uruguay. Los vemos a
diario adaptarse e incorporarse a las más diversas actividades con ánimo y
tesón. No esperan ayudas del Estado ni promesas demagógicas. Lo que los motiva
es salir adelante por su propio esfuerzo en un país que los acoge.
Los
paros convocados por el Pit-Cnt en los que se reiterarán una tras otra las
mismas consignas de siempre, no solucionan el problema de la pobreza y en todo
caso lo agravan.
El
país requiere encaminarse hacia el porvenir sin más demagogia ni reclamos por temas
que no exigen discusión sino solución.
Pensar
en positivo, sin revanchismos y con real espíritu solidario aportando ideas
para erradicar ese drama social haciendo crecer al país al mismo tiempo, será
mucho más productivo y a todos nos hará bien.
En
Uruguay, el tiempo de atizar los odios de clase ya pasó.
Bajo
estas nuevas consignas, los pobres dejarán de ser eternos rehenes de una
ideología y dejarán además de ser pobres en función de su propio esfuerzo, por
derecho, sin ser utilizados con fines electoreros y sin perder bajo ningún
concepto su dignidad.