¿Quo vadis Yamandú?

“Los colectivos pasaban por las casas golpeando puertas y gritaban que el voto no era secreto y que sabían quiénes éramos los escuálidos”.

De esa manera BBC Mundo da cuenta del miedo ciudadano descrito por una vecina de Petare – barrio muy populoso ubicado al este de Caracas – referido al angustioso trance que les toca vivir de manos de las tristemente famosas “milicias paramilitares chavistas” una banda de delincuentes armados, motorizados y respaldados hasta la impunidad por el Estado. Desesperado por sostenerse en el poder tras perder las elecciones por una abrumadora mayoría, el gobierno ha desatado una represión sin precedentes contra sus opositores.

Veedores uruguayos especialmente invitados por Maduro a presenciar las elecciones, han avalado su legitimidad y ejemplaridad democrática y recomendado reconocer los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), mientras esperan que la dictadura venezolana presente algún tipo de “prueba” que así lo justifique en algún momento.

Un papelón sin retorno.

En lo que parece ser su propia y particular visión de “democracia”, lo que pasa en Venezuela es para ellos parte de un proceso normal que simplemente debe seguir su curso hasta calmarse, para que Maduro y sus secuaces se perpetúen en el poder. No les molesta el hecho de haber presenciado una elección a la cubana, cuyo resultado ya estaría establecido y sería inapelable. Una parodia montada para intentar confundir al mundo y burlarse de quienes se opongan a sus caprichos de la cual han sido parte.

Pero a pesar de todas las prohibiciones, detención o proscripción de candidatos o de quienes les prestaran alguna colaboración, hostigamiento permanente y amenazas de todo tipo, la oposición se impuso de forma aplastante y logró documentarlo y mostrar los resultados al mundo, cosa que enfureció al gobierno.

La persecución desatada contra la oposición, que a la fecha lleva ya decenas de fallecidos y más de mil detenidos parece ser para algunos veedores especialmente invitados, algo natural. Que Maduro haya gritado a los cuatro vientos que sus esbirros perseguirán, detendrán y torturarán hasta convertirlos en sus vasallos incluso a quienes participaron en la elección como delegados de la oposición como si eso fuera delito, pretende aparecer como parte de las “reglas del juego”.

El presidente de Brasil fundador y líder del Foro de San Pablo y permanente promotor del castrochavismo, Luis Inácio Lula Da Silva, ha decidido unir esfuerzos junto a Gustavo Petro presidente de Colombia y a Andrés Manuel López Obrador presidente de Méjico, para dilatar el tema hasta que se instale por desgaste. Las declaraciones de Lula dejan muy en claro su intención: «Habrá una decisión, que tenemos que acatar. Estoy convencido de que es un proceso normal y pacífico».

Es evidente que están intentando edulcorar con la palabra democracia lo que a todas luces es terrorismo de Estado desatado y de consecuencias impredecibles para la región.

El accionar de Lula da Silva ya generó en el pasado reciente la imprevista irrupción de un militar retirado como Jair Bolsonaro, como reacción natural a sus gestiones.

El péndulo no se detiene y más bien parece acelerarse cuando se pretende justificar a un dictador y sus secuaces violando a la vista de todos los más elementales derechos humanos.

Lo que desconcierta y preocupa, es que el Frente Amplio y su candidato, favorito según las encuestas a ganar las próximas elecciones, se enfilen detrás de Lula y opinen según el rumbo que el presidente de Brasil señale.

En esa línea Fernando Pereira presidente de la coalición declaró: «Es tan irresponsable decir hoy que hubo fraude sin tener ningún elemento como decir que la elección ya estaba certificada sin tener ningún elemento». Algo muy parecido a la recordada frase de que “como te digo una cosa te digo la otra”.

Yamandú Orsi llegó a la posición de candidato presidencial en la que hoy se encuentra, luego de dos exitosos períodos al frente de la Intendencia de Canelones, donde se mostró como buen administrador y negociador. El criterio político aplicado en el gobierno departamental daba a entrever que por fin desde la izquierda surgía un nuevo líder moderado de centroizquierda, capaz de armonizar sin mayores dificultades un proceso de intercambio creativo y enriquecedor para todos los orientales entre gobierno y oposición, sea el que fuera el lugar que le tocara ocupar.

En esta nueva etapa de vida política que ahora le toca enfrentar, la escena internacional pasa a ser algo novedoso. No parece ser muy buen criterio detenerse a esperar las decisiones de Lula, ante la gravedad de lo que ha ocurrido y ocurre en este momento en Venezuela. Referirse al acto eleccionario venezolano como “sospechado” sin hacer mención al evidente fraude y sin condenar la persecución de opositores declarada y anunciada en vivo y en directo por el propio Maduro, no parece ser suficiente.

Con toda justicia nos referimos a “terrorismo de Estado” cuando hablamos de lo ocurrido en este país hace 50 años. Un terrorismo de Estado aplicado por militares y civiles cómplices, que se adueñaron del poder a raíz de la irrupción de la guerrilla tupamara en el país que les sirvió de excusa para justificar sus fechorías.  

A la luz de esa nefasta experiencia, es inexplicable que hoy haya demócratas uruguayos – de cualquier signo político – que no atinen a señalar sin miramientos el terrorismo de Estado que se está produciendo en Venezuela. El cual es además anunciado a gritos al mundo por el propio autócrata Nicolás Maduro, con una odiosidad y un sadismo pocas veces imaginado

Esa dualidad de criterios rompe todo equilibrio y en estas circunstancias el silencio se vuelve complicidad.

Hoy en día cuando casi ocho millones de venezolanos exiliados deambulan por el mundo, unos 33.000 viven y socializan entre nosotros. Son fieles testigos de lo acontecido y del drama que hoy vive su país y que ellos, con suma angustia, viven desde la distancia. Todos los mayores de edad pertenecientes a ese grupo son también voceros de aquella realidad, la cual corre de boca en boca, se comenta con amigos, vecinos y compañeros de trabajo y se conoce en todo el Uruguay.

Más allá del evidente fraude consumado en la elección, lo que está ocurriendo en Venezuela es un genocidio perpetrado por el gobierno contra sus propios conciudadanos, por el solo hecho de oponerse a sus propósitos.

Eso se llama aquí y en cualquier parte del mundo democrático, terrorismo de Estado.

En función de intereses políticos y de vaya uno a saber cuáles otros, las autoridades del Frente Amplio no parecen haber tomado nota de ello y siguen a la espera de que haya nuevos datos que validen la elección y al régimen autoritario establecido.

Por el bien de una democracia de la cual nos enorgullecemos, su candidato y favorito según las encuestas, debería anunciar de forma clara, personal e independiente, cual es realmente su posición ante este tema.

Lo que tiene por delante ya no es una elección interna en la que tenga que congraciarse con el llamado “núcleo duro”, cada vez más reducido y marginal.

Los orientales no deberíamos depender de nuestros países vecinos a la hora de opinar o de marcar posición. Eso no va con nuestra idiosincrasia.

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