El arte de negociar

En mayo de 2006, el entonces canciller del recientemente estrenado gobierno del Frente Amplio Reinaldo Gargano, manifestaba su rechazo a la posible firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, cuya posibilidad de concreción había sido planteada por el país del norte.

El rechazo se manifestaba en declaraciones realizadas a diferentes medios de prensa y sin fundamentos sólidos que lo avalaran. Nunca se publicó un informe racional de cancillería, que lograra descartar la verdadera razón – netamente ideológica – que en realidad marcaba la línea de la decisión a adoptar, tomada de antemano por el ministro.

Cualquier persona que pueda recorrer hoy en día las góndolas de cualquier supermercado en USA, podrá comprobar como diferentes productos chilenos, peruanos o colombianos se ofrecen cotidianamente, cosa que pasa muy excepcionalmente con algunos pocos y muy específicos productos uruguayos.

Y es que esos países del Pacífico, sin atender a complejos filosóficos, firmaron cada cual a su tiempo respectivos TLCs con Estados Unidos, porque vieron la ventaja que obtendrían para todas sus cadenas productivas al poder competir de igual a igual con los productores norteamericanos. Al mismo tiempo, esa apertura de mercados atrajo a muchos nuevos inversores que generaron innumerables puestos de trabajo e ingreso de divisas.

Paradójicamente, hoy vuelve a producirse una situación similar a la del 2006 al anunciarse la posibilidad de que Uruguay comience a gestionar un TLC, esta vez con China.

Y hete aquí que además de algún diputado que siendo miembro de la Coalición Republicana no para de buscar desmarcarse de la misma en búsqueda de protagonismo, es ahora el Pit – Cnt, entidad que debería velar por el bienestar de sus adherentes, el que comienza a movilizarse en contra del posible tratado.

Desde Libertad Responsable, hacemos votos para que los diferentes sectores involucrados comiencen a vislumbrar la importancia de lograr conformar un país que atraiga a los inversores y los invite a aprovechar las ventajas de una economía de puertas abiertas, cuyos amplios mercados favorezcan la colocación de los miles de productos que aquí podrían producirse o transformarse.

Negociar es un arte y corresponde a los especialistas desarrollarlo.

Invitamos a todos a analizar con calma y detenimiento, pero con visión de satélite y sin demagogia, la muy especial situación que hoy se presenta.

Y lo hacemos partiendo de la base de que negociando bien, el trabajo y la industria nacional podrían estar a la luz de estos nuevos desafíos, entre los más beneficiados.

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