Atendiendo al título con el cual hemos bautizado esta columna, cualquier lector de la región, medianamente informado de geografía, pensaría que nos estamos refiriendo al Río Negro, cuya presencia dividiendo al medio la Banda Oriental de este a oeste hasta su desembocadura en el Río Uruguay, no puede pasar desapercibida.
Durante casi dos siglos con la República Oriental del Uruguay constituida como nación, el Río hum como lo llamaban los guaraníes, separó zonas libres de garrapatas y vinchucas de las afectadas, como así también sirvió de límite a otras discriminaciones que la burocracia de cada momento supo señalar, aprovechando la existencia de tan evidente realidad geográfica.
Hoy en día, con el norte del famoso río poblado de plantaciones forestales y una inmensa planta de celulosa instalada en medio de su curso, aquella “grieta” dejó de serlo.
Aclarado este punto, el análisis de la grieta oriental adquiere dimensiones mucho más culturales, absurdas y actuales que la que la geografía nos supo regalar.
Hace algunas semanas, nos sorprendimos viendo a un reconocido empresario del transporte, tarareando cánticos de violencia para resaltar su adhesión a determinado equipo de football.
Pocos días después, Eduardo Ache, un conocido empresario y expresidente del Club Nacional de Football, salió, sin motivación alguna, a provocar a su eterno rival Peñarol, en un programa radial. Su ataque se centró en cuestionar la antigüedad comprobada de una u otra institución deportiva; un absurdo sin sentido que a nadie debería preocupar por su evidente intrascendencia. Como era de esperar, y hasta cabría la posibilidad de suponer que había sido acordado de antemano, el actual presidente del Club atlético Peñarol, Ignacio Ruglio, salió a responderle y a continuar enardeciendo las redes sociales.
¿Y uno se pregunta…a santo de qué estos “personajes”, que tuvieron la suerte de crecer y de educarse en ambientes de privilegio, y de poder hoy conducir o participar en entidades de cierta importancia, adoptan esa actitud populista de echar nafta al fuego cuando no existe razón alguna para hacerlo?
En paralelo a estos señores -que parecen no haberse percatado de que se terminó el carnaval- un perenne diputado, anticlerical por naturaleza y propulsor de una ley de eutanasia digna de Hitler o de Stalin todavía en trámite parlamentario, salió a criticar y hasta denunciar políticamente al cardenal Daniel Sturla, por pretender reinaugurar con una misa una capilla católica en el psiquiátrico estatal Hospital Vilardebó.
Una supuesta defensa de la laicidad, que no parece ser otra cosa que la imposición del laicismo como religión de Estado, cosa que caracteriza al diputado Ope Pasquet.
¿Qué clase de egoísmo espiritual asalta a los protagonistas de tan infundados e intrépidos actos?
Al parecer, una necesidad incontrolable de protagonismo. Una irresponsable adicción al autobombo que puede terminar impulsando una grieta social, cuyas potenciales consecuencias son desconocidas hasta por sus propios impulsores.
Y entonces caben dos preguntas:
1-¿Será que están siendo manipulados, no controlan sus impulsos y pretenden trasladarlos a la sociedad para cumplir con algún compromiso?
2-¿Intentan hacer populismo a plena conciencia y sin medir las consecuencias?
Parafraseando a nuestros ancestros guaraníes, parecería que algo muy “hum” los angustia, trastorna sus intenciones y de alguna manera los une. Y aunque Uruguay haya crecido y ya no sea el mismo, debería seguir preocupándose por mantener a raya plagas de toda índole, tanto al norte como al sur del Río Negro.