Con la firma de Ricardo Peirano, el diario El Observador publicó esta semana una columna titulada El agua es nuestra. En ella, el columnista recuerda que el llamado “plebiscito del agua”, fue convocado en 2004, en simultáneo con las elecciones nacionales y destaca que: “La propuesta, que puso en manos del Estado en forma exclusiva la distribución de agua potable y saneamiento en Uruguay, contó con un 64,58% de apoyo popular, por lo que fue aceptada e incorporada a la Constitución nacional”; señala Peirano.
Un hecho de la realidad que llama a la reflexión dado que, en la práctica, al haberse nacionalizado toda el agua existente, se ha colocado al Estado en un compromiso de difícil gestión, dada la inmensidad de áreas relacionadas con el agua y su influencia. Nacionalizar el agua no significó dar solución de un plumazo a situaciones como la de la sequía que actualmente nos ocupa y con respecto a extracción, tratamiento y distribución, habría impedido la posible aparición de emprendimientos privados, que bajo el control o en asociación con el Estado, hubieran podido aportar soluciones incorporando ideas o incluyendo la oferta de nuevas tecnologías.
El problema de la sequía – que no es exclusivo del Uruguay – afecta enormemente la calidad de vida de los habitantes del país que la padecen, generando además estragos económicos debido a las pérdidas ocasionadas en la producción agropecuaria e industrial.
Acostumbrados a abrir una canilla y tener agua potable en abundancia, cuya única condición es la de pagar una factura de OSE cada mes, recién ahora caemos en la cuenta de que esa realidad, de manera casi apocalíptica, podría cambiar de un momento para otro.
Nadie puede desconocer que en el país se han implementado y se implementan medidas y políticas para prever los posibles efectos de sequías como las que acostumbrábamos a padecer antes de esta tan extrema. Se construyeron represas y embalses y se buscó fomentar el cuidado del agua en convivencia con las prácticas agrícolas y ganaderas, vitales también para el desarrollo de la producción nacional.
Sin embargo, las pérdidas de agua bombeada, tratada y distribuida, dan cuenta de que en muchos de los sistemas se “pierde” un 50% del vital elemento.
Esa ha sido una realidad endémica, históricamente aceptada como parte de los “costos” y relacionada muchas veces con la antigüedad de las instalaciones, que esta situación de crisis saca a flote y llama a revisar.
Habida cuenta de que “el agua es nuestra”, OSE contrata a múltiples empresas contratistas privadas para la realización de diferentes obras y servicios. Eso hace bastante elástica y operativa la función del ente.
Es por eso que, al parecer, perder el 50% del agua tratada y vertida al sistema sin tomar acciones al respecto, no se justificaría.
Existe una realidad social que todos conocemos y que lleva a hacer la vista gorda cuando algunas conexiones ilegales dan solución al problema del agua en algunos barrios carenciados. Eso podría ser parte de una función social que el Estado debe contemplar y a la cual deberá ir ordenando, autorizando oficialmente ciertas situaciones para no obligar a esos usuarios a utilizar recursos improcedentes.
Pero no parece ser allí donde radican las grandes pérdidas. Por esa razón, cabe imaginar que puedan existir grandes fugas de agua no detectadas y podría también caber la existencia de conexiones ilegales a nivel industrial o comercial; y estos deberían pasar a ser temas prioritarios a la hora de examinar causas y soluciones.
Por otra parte, y sin que esto signifique un señalamiento en contra de tales emprendimientos, los expertos del área deberían analizar la incidencia que el muy exitoso plan de forestación desarrollado en el país desde la década del ochenta y las diversas plantas de celulosa instaladas podrían tener, en una situación de crisis hídrica como la que estamos viviendo. Ese mismo análisis debería realizarse con relación a los proyectos de instalación de plantas de producción de hidrógeno verde y las fuentes de agua de las cuales podrían abastecerse.
Mientras el agua potable fluía “naturalmente” por nuestros grifos, muy pocos se planteaban estas interrogantes que hoy en día han pasado a ser un tema nacional.
Así de vulnerables somos y estamos; y eso que el agua “es nuestra”.