Cómo mitigar la vulnerabilidad al cambio climático

Los efectos del cambio climático son muchos y variados. En artículos anteriores ya hemos mencionado algunos y, ahora, es el turno de hablar de las distintas formas de adaptación de los espacios para mitigar la vulnerabilidad con la que convivimos.

Una forma sostenible es la que adoptó un productor de leche en el departamento de San José, que aceptó la recomendación de la empresa Conaprole de construir con chapas hechas de residuos plásticos de la industria láctea, una estructura que genera sombra para sus vacas. Esto ayudó a mejorar sus resultados productivos principalmente al minimizar el estrés térmico que sufre el ganado con las altas temperaturas; pero también por el resguardo que proporciona ante las heladas en los meses de invierno. Además para esta época, el productor coloca fardos de paja debajo de la estructura, con la intención de generar abrigo y aislar a las vacas de la humedad. (El Observador, 27/06/22 “El tambero que le puso techo a las vacas con chapas de residuos plásticos de Conaprole”)

Lo recién mencionado trata de una solución para actividades productivas, aunque también de bienestar animal pero, ¿qué soluciones han pensado en las grandes ciudades del mundo, dónde la lejanía con el medio rural y los tipos de materiales constructivos provocan que las sensaciones térmicas sean aún mayores? La Organización Metereológica Mundial (OMM), que está vinculada con la ONU, afirma que las olas de calor en las ciudades son más peligrosas que las que se presentan en el campo, por el “efecto de isla de calor urbano» que magnifica los impactos de las altas temperaturas en sus habitantes; además, la vegetación del medio rural ayuda a que las temperaturas no lleguen a ser tan extremas. Según los expertos, existen distintas maneras de adaptar los espacios en las ciudades para reducir la vulnerabilidad de sus habitantes.

Una opción es la instalación de Techos verdes. Al entender de la arquitecta española Baldellou, “el 80% del parque residencial en España está formado por bloques de edificios que, en su mayoría, acaban en cubiertas planas no transitables tipificadas como zonas comunes y sin uso específico”. Mientras que el jefe del Jardín y Arbolado del Real Jardín Botánico, Mariano Sánchez, agrega: “Los jardines en las terrazas o tejados de los edificios son muy beneficiosos, por una parte retienen CO₂ y por otra impiden que dé el sol, retienen el agua y bajan la temperatura”. En la misma nota que pueden leer aquí, se menciona que la normativa en Dinamarca para la construcción de nuevos edificios contempla la instalación de cubiertas verdes y, que en Róterdam y París, las terrazas vegetales también forman parte de la planificación urbana.

En tomorrow.city explican con más detalle los beneficios de los “tejados verdes” y cómo el Plan climático de Copenhague los prioriza. En el mismo se puede leer lo siguiente: “… los tejados verdes pueden absorber hasta el 80% del agua de lluvia, reduciendo el riesgo de inundación de las calles durante los periodos más húmedos del año. Por otra parte, la tierra de las azoteas verdes actúa como un sistema de captación de partículas de polvo, contribuyendo a la limpieza del ambiente. Otros beneficios de los tejados verdes son la reducción de la temperatura urbana y el efecto isla de calor, la protección de los edificios frente a la radiación ultravioleta y los cambios bruscos de temperatura, y la generación de alimentos a través de huertos urbanos.”

Aunque si de techos se trata, toda acción que provoque que la luz solar sea reflejada y el calor se absorba en menor cantidad, es positiva para disminuir la temperatura e incluso crear un aislamiento térmico. Algunos ejemplos de estos son: utilizar tejas o láminas reflectantes para cubrir los techos o simplemente pintarlos de blanco. En estos casos, el grupo C40, que conforma una red de grandes urbes del mundo que colaboran frente a la crisis climática, afirma que estas maneras de adecuar el espacio “… no solo ayudan a bajar las temperaturas en el interior de los edificios, sino también, a reducir su consumo energético en hasta un 20%.”

Nueva York, Washington D.C. y Toronto son parte del grupo C40 y los habitantes de estas ciudades pueden recurrir a aplicaciones digitales con sistemas de alerta ante condiciones climáticas extremas, por ejemplo, ante una ola de calor. Además, en esa temporada, se les informa sobre la ubicación de refugios “de refrigeración”, que pueden ser instalaciones temporales en parques, bibliotecas o museos que ofrecen refugio para los ciudadanos. 

Hasta ahora comenté algunas formas estructurales de mitigar el cambio climático y otra más coyuntural, como la última, pero lo que se hace primordial ante este tipo de eventos es la planificación. ¿Cómo andamos por casa en ese sentido? ¿Cuál es el rol del Estado en la planificación urbana y la sostenibilidad? ¿Cómo podemos aportar cada uno de nosotros como ciudadana/o? En un artículo próximo indagaré sobre estas cuestiones.

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