Sobre la suspensión de exportaciones y la inflación

El gobierno argentino suspendió la exportación de carne por un período de 15 días con motivo de la abrupta devaluación que tuvo el peso argentino el lunes 14 de agosto luego de celebradas las elecciones primarias.

De esta forma, la pretensión del gobierno al restringir las exportaciones es aumentar la oferta de carne destinada al mercado interno generando una presión a la baja del precio para contrarrestar los efectos de la inflación.

Dicha medida no es nueva, en el mes de mayo de 2021 ya se había puesto en marcha una similar que abarcaba determinados productos cárnicos frescos, refrigerados y congelados de origen, con vigencia de 30 días, y a finales del mes de diciembre de 2022 se procedió de la misma manera, pero esta vez con una vigencia de un año.

Este tipo de medidas, lejos de llevar un beneficio económico al país, va a contrapelo de toda lógica, buscando un objetivo cortoplacista, populista y destructor de la economía. Pareciera que, razonándolo de forma simple, al restringir la exportación y aumentar la oferta local, el precio caerá, cuestión que inmediatamente puede funcionar, pero el problema viene después.

Asumamos que en un modelo simplificado, el mercado de la carne bovina consta de tres participantes, un productor, un frigorífico, y un comercio minorista. Este ultimo no lo vamos a mencionar porque no interviene en el mercado de exportación.

Tanto el productor ganadero como los frigoríficos tienen un dimensionamiento en infraestructura y en recursos para poder producir el total de lo que se exporta y lo que se consume en el mercado interno. Cuando por el motivo que sea, como en este caso una prohibición del gobierno, no puede vender todo lo que produce, debe forzosamente bajar el precio en el mercado local, y como consecuencia, el consumo del mercado interno aumenta y la producción disminuye.

Cuando la medida se hace reiterativa o sostenida en el tiempo y genera desconfianza, no permite a los productores y frigoríficos tomar decisiones con cierta certeza sobre la marcha de su negocio y tampoco poder cumplir con sus clientes en el extranjero, sus mercados se achican, y lógicamente pasar de tener un cliente como por ejemplo China, a sostener su negocio solo con la economía argentina, inflacionaria y con el 50% de pobreza, es una situación bastante desalentadora.

En ese punto, cuando el directivo del negocio no tiene la libertad para comerciar con quien quiera en pos de hacer su actividad sostenible y rentable, comienza el sendero contrario al crecimiento, y los frigoríficos y productores empiezan a desprenderse o reinventar su modelo de negocio. El frigorífico no invierte mas en infraestructura, despide personal, vende inmuebles y maquinas que estén ociosas, y si decide continuar en el negocio, adaptará sus recursos a la nueva realidad. El productor por su parte, destinará su campo a desarrollar otra actividad y se quedará con menos vacas, las suficientes para el nuevo dimensionamiento.

Lo que sucede es simple de entender, en un mercado siempre la oferta y la demanda buscan equilibrarse, por lo tanto, lo que antes era un exceso de oferta de carne por las prohibiciones del gobierno y una baja del precio domestico temporal, y como razonablemente los consumidores argentinos no multiplicarían su consumo por razones obvias de alimentación y económicos, entonces el equilibrio llega por un ajuste de la oferta.

En resumidas cuentas, bajo estas políticas, los argentinos consumirán la misma cantidad de carne y al mismo precio que estaba antes.

¿Qué se perdió en el camino? El desarrollo de una actividad, la entrada de divisas al país, la generación de empleo directo e indirecto, el desarrollo de bienes y servicios relacionados a la industria, para el fisco la recaudación por exportaciones, y la generación de riqueza.

El gobierno argentino, desgraciadamente para su población, sigue insistiendo en que la inflación es multicausal y culpa a los empresarios de precios abusivos controlando no solo los precios en las góndolas del mercado minorista, sino también forzando un desvío del comercio del mercado mayorista inmiscuyéndose en la libre elección de su plan comercial.

Para finalizar, Milton Friedman fue categórico y describía en su libro Libertad de Elegir que “(…) vale la pena insistir un poco más en la proposición de que la inflación es un fenómeno monetario. A pesar de su importancia y de las extensas pruebas históricas que la apoyan, muchos grupos consideran que es falsa, en gran parte debido a la cortina de humo con la que los gobiernos intentan esconder su propia responsabilidad en la aparición de la inflación.

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