Según reseña El Intransigente, medio periodístico argentino de extensa trayectoria, una misa dominical celebrada hace una semana en la Iglesia de la Santa Cruz del barrio San Cristóbal en la ciudad de Buenos Aires, se convirtió para sorpresa de sus acostumbrados feligreses, en un imprevisto acto político.
En ceremonia exequial, estaba previsto recordar a Nora Cortiñas, cofundadora y presidenta de Madres de Plaza de Mayo y a Víctor Ernesto, hijo de Adolfo Pérez Esquivel.
Esa habría sido la razón por la cual se congregaron para participar de la misa hasta colmar las instalaciones de la iglesia, muchos adherentes al kirchnerismo.
La iglesia y la ceremonia allí celebrada se transformaron en un acto político de oposición al gobierno, al punto de llegarse a corear cánticos y consignas proselitistas, acciones en las que habrían participado de manera muy entusiasta los integrantes de la Iglesia Católica convocantes y responsables de la ceremonia.
En un hecho sin precedentes, se aprovechó el momento de la consagración, con toda la connotación espiritual que ese instante entraña para un católico, para entonar a coro que «La patria no se vende».
Espectáculo patético y obviamente programado, viralizado luego por La Cámpora a través de la agrupación Néstor Kirchner, que en su cuenta de X expresó lo siguiente: “En las iglesias andan diciendo: ‘La Patria no se vende’. Más precisamente en la Parroquia Santa Cruz. En una casa de Dios, mensaje a las fuerzas del cielo”.
Nadie puede dudar del trascendental papel protector de los perseguidos y armonizador, que amplios sectores de la Iglesia Católica adoptaron frente a las despóticas dictaduras militares que irrumpieron en nuestros países en la década del setenta. Su invalorable aporte en defensa de los derechos humanos debe ser por siempre reconocido y valorado.
Por otra parte, también debe reconocerse la confusión y destrucción que tan solo una década antes de aquellos acontecimientos, trajo consigo la denominada Teología de la Liberación. Muchos sacerdotes confundieron por aquella época solidaridad con política. Tomaron partido en nombre de la Iglesia Católica por movimientos de izquierda a los que consideraron “justicieros”, los cuales terminaron “justificando” a su vez con su accionar la irrupción de las dictaduras que los combatieron y sus terribles consecuencias.
Muchos feligreses dejaron de asistir a misa por el rechazo que los habituales discursos políticos, camuflados de sermón católico, generaban.
En tiempos turbulentos y de cambios, siempre es bueno recordar las palabras de Jesús:
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”