Sobre políticos y títulos

Comenzó un nuevo capítulo de aquellos políticos y funcionarios del Estado que ostentan un grado académico que en realidad no lo tienen, y que tuvo hace algunos años involucrado al vicepresidente de la república en ejercicio en ese momento.

Por el año 2016 salió a la luz que el Vicepresidente de la Republica en ejercicio, Raúl Sendic, se presentaba como Licenciado en Genética Humana por la Universidad de La Habana siendo que esa carrera no existía, y que según Sendic, se había graduado “con honores”. En el medio de la polémica, y para condimentar la situación, la senadora y sucesora al cargo de Sendic, Lucía Topolansky, había asegurado que había visto físicamente el título. Esta situación, junto con otras más, lo llevaron al ostracismo político y a pesar de algunos intentos, nunca pudo dar vuelta la página y reconstruir su carrera política.

Pero hay más, en el mismo año 2016, quien por ese entonces era diputada, Susana Pereyra no era maestra pero se lo atribuía, y según ella había hecho sus estudios en Argentina; en el mismo año,  el subdirector del Instituto de Rehabilitación, Gustavo Belarra, no era diplomado en Sociología aunque se lo atribuía, hecho que fomentó su renuncia al cargo; el senador Leonardo de León no era Ingeniero Agrónomo y el secretario del Frente Amplio y ex diputado, Gonzalo Reboledo no era Sociólogo, y como sospechará, ambos se lo atribuían; el por entonces Senador Javier García, había sido presentado como médico pediatra sin haber culminado la especialización; y en el año 2017, la por entonces senadora Verónica Alonso, tenía en su curriculum vitae del senado que había realizado una Maestría en Integración y Comercio Internacional que en realidad no había culminado.

En el presente, durante el primer mes del año 2023, surgieron dos nuevos casos. El primero fue el título de economista que se atribuye Daniel Olesker, quien recientemente renunció a su banca en el senado, y que argumenta que al tener un título superior, una maestría en economía por la Universidad Católica de Lovaina, es economista aunque no haya obtenido el título de grado y además de que según él, no se atribuye el título de “licenciado”. Como dato aparte, aduce que la realizó en un año y medio y con una nota de 18 en 20.

El segundo caso es el del actual ministro de Ambiente Adrián Peña, quien se atribuía el título de Licenciado en Administración de Empresas aún no habiendo culminado los estudios, y según el diputado, durante el año 2022 culminó sus estudios y finalmente se graduó “con nota máxima”

Entre todos los casos hay un gran abanico de opciones, desde títulos universitarios que no existen, a carreras sin culminar, cursadas en el extranjero sin revalidar, carreras culminadas a posteriori de la polémica.

Toda esta extensa historia, se resume en lo siguiente, ¿Cuál es la necesidad existente para atribuirse logros que no existen? Tal vez una de las respuestas sería que es parte del marketing que necesitan para destacarse y generarse una imagen que al final de cuentas termina siendo dispar de la realidad, ¿realmente lo necesitan?. La otra cara de la moneda desliza la existencia o no de la necesidad que tenemos como sociedad de “comprar” esa imagen del político de turno por el hecho de tener un grado académico. El razonamiento es bien simple, si una persona entiende que es necesario ostentar un logro que no tiene, es porque considera que la mera existencia de esa atribución influye en la decisión, juicio o elección de la otra persona, y justamente aplica más que nunca a cargos políticos sujetos a elección popular.

Se esboza de lo anteriormente dicho que tal vez como sociedad necesitamos tener como referencia a una persona que evidencie ser destacado, exitoso, intelectual, y no solo por su grado académico, sino también por sus altas calificaciones, como curiosamente lo mencionaron Sendic, Olesker y Peña. En definitiva, termina siendo un dato irrelevante que intenta suavizar un error o un horror cometido que podría perfectamente no haber existido.

Si es cierto que estos casos salen a la opinión pública por la relevancia de los protagonistas, pero resulta curioso que todos los mencionados anteriormente, a excepción de Belarra,  tuvieron la oportunidad de ocupar cargos provenientes de elecciones populares, y en el caso particular de Belarra, de ocupar un cargo por designación política directa.

Una reflexión final. Salvo algunos casos, la mayoría de los diputados, senadores e inclusive el propio Sendic, no fueron las figuras principales por los cuales la población los votó, y usted me podrá decir que Sendic fue vicepresidente y que lógicamente recibió muchos votos, pero el grueso de los votantes lo hicieron por la candidatura a la presidencia de José Mujica, no por la figura de Raúl Sendic. La paradoja es que resulta totalmente insólito, mentir sobre la formación para obtener una ventaja política, cuando en realidad esa ventaja política se la da la posición que tenga en la lista de votación y la suerte con la que corra el “cabeza” de dicha lista.

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