Una crisis post pandemia

La generación espontánea de vida no es posible.

Del mismo modo, las obras de arte o la riqueza tampoco se crean de la nada. Requieren de la intervención de artistas y emprendedores.

Quienes pretenden gobernar a contrapelo de esa realidad y se autodenominan “progresistas”, están tildando de arranque a sus opositores políticos de enemigos del progreso.

Ese concepto irreal e insostenible, sólo existe en la reiteración constante de la falacia por parte de sus promotores.

Ya no funciona más insistir en dividir a la sociedad con el cuento de buenos y malos, derecha o izquierda.

Si no hay creación de riqueza no hay nada para repartir. Aunque logremos un financiamiento del BID para gastar ahora y luego pagar por los próximos 25 años, ese dinero nos permitiría invertir en obras para mejorar la calidad de vida de algunas personas, pero no implicaría riqueza.

Bastaría con pasar revista no sólo a la descontrolada inversión del famoso Antel Arena sino también a los múltiples “emprendimientos” adelantados con respaldo del FONDES en el pasado reciente del Uruguay, y comprobar que el desacierto está siempre presente cuando el Estado interviene para crear o repartir empresas que, por diversas razones, se tambalean.

Olvidan o pretenden olvidar, que para crear riqueza se requieren emprendedores y que esos no se improvisan.

La cantidad mensurable de libertad individual y la igualdad de oportunidades sin privilegios especiales para los amigos del poder y elegidos de turno, deberían ser los índices por considerar.

Estos marcan la diferencia entre una sociedad próspera o una decadente.

Las críticas desde todos los ángulos a las muy sutiles medidas económicas adoptadas por el gobierno la semana pasada, parecen desconocer que es siempre mejor elevar la mira.  Adoptar visión de satélite para esperar la evolución de la región y el mundo y más tarde evaluar y sugerir soluciones innovadoras si estas, en realidad, existen.

El juicio demandante y precipitado ante unas medidas que era imperioso tomar y cuyos efectos serán al menos muy atenuados, no hace más que fomentar la desazón y la crítica, sin aportar nada a la solución pacífica y solidaria de una crisis que es mundial y por el momento no tiene perspectiva alguna de superarse, al menos en el corto plazo.

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