Las nuevas consignas

La llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela en 1999 generó un terremoto político con el que se inició el siglo XXI y se expandió por toda Latinoamérica en andas del petróleo venezolano.

Venezuela cuya espiral autoritaria fue creciendo con Chávez hasta convertirse en descarada dictadura con el arribo de Nicolás Maduro, sumada a Nicaragua y al sexagenario totalitarismo cubano, son los únicos países que han permanecido en un constante deterioro de sus libertades ciudadanas, de sus instituciones y en ausencia de un Estado de derecho.

Desde Chávez, la región entró en una alternancia pendular que ahora avanza hacia el establecimiento de nuevos gobiernos de izquierda, pero sustentados por contextos muy distantes de los que remecían cimientos sociales e ideológicos a principios de siglo.

Luego de dos décadas, la experiencia nefasta de los tres regímenes totalitarios mencionados, no han hecho más que demostrar la improcedencia de su accionar.

Los nuevos gobernantes llegados al poder con promesas de justicia social y cambios, han logrado sus objetivos por el degaste de los partidos tradicionales, a la luz de sus endémicos vicios y defectos, y en eso no se diferencian de Chávez. Pero estas nuevas izquierdas llegan amparadas y vigiladas por sistemas democráticos bien establecidos y no parece que vayan a caer en las distracciones que llevaron a Venezuela a convertirse en el país de Latinoamérica que más habitantes ha expulsado, con más de seis millones de venezolanos desparramados por la región y el mundo.

Tampoco los ciudadanos parecen estar dispuestos a aceptar inoperancia o imprudencia y mucho menos corrupción de los nuevos gobernantes.

Estos nuevos gobiernos de izquierda, en mayor o menor medida,  parecen haber comprendido y aceptado las reglas del juego democrático y de ser así, estaría llegando la hora de generar la sinergia necesaria para acabar con los privilegios, combatir la pobreza, cuidar y proteger el medio ambiente, haciendo al Estado fuerte y paternal en las áreas de justicia, educación, salud y seguridad, pero dejando en manos del sector privado el desarrollo de todas aquellas áreas en que de la mano de un mercado libre, claro y transparente, los privados resuelvan impulsar o competir.

Por supuesto que en estas nuevas consignas que son de centro, caben izquierdas y derechas, pierden los dueños del poder y gana la gente.

Los matices políticos e ideológicos deben ser todos bienvenidos, siempre que esto ocurra en un clima de paz, de plena vigencia de la libertad y de respeto irrestricto del Estado de derecho.

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