Ya comenzaron los eventos, las charlas de verano, las movilizaciones y las ofertas.
Para el ciudadano común que vive su vida al margen de la política y sólo se ocupa de ir a votar cuando corresponde, esa alteración de rutinas, que se produce cada cinco años, es casi incomprensible.
Si uno deja de dedicarse a sus cosas para ocuparse durante meses de otras actividades, simplemente se funde siendo empresario independiente, o es despedido si trabaja como empleado.
Esto no ocurre en la política donde en estos días comenzamos a ver poblarse los diarios y las calles de caras alegres y sonrientes o de miradas perdidas al horizonte que buscan mostrar una condición visionaria que alcanza a ver lo que nadie ve.
La dinámica cambia aprovechando la vuelta de las vacaciones y se mimetiza con el tradicional festejo y celebraciones de carnaval, que en el Uruguay se prolonga por varias semanas.
Ser político, requiere entender, aceptar y sobre todo valorar esa vida de privilegio que, si todavía no se alcanzó, con estrategia y algo de esfuerzo, se puede alcanzar en cada nueva elección.
En medio de todo ese alboroto, subyace la sociedad civil.
Alexis de Tocqueville, fue un francés muy curioso que allá por 1830 cruzó el Atlántico por encargo de su gobierno, para conocer e informar cómo era la vida en los recién iniciados Estados Unidos, la que comparó con su Francia natal en un libro llamado La Democracia en América.
Su minucioso análisis, destacaba la relevancia de tener una sociedad civil vital, para regular y garantizar el buen funcionamiento de la democracia. Desde su punto de vista, los individuos al asociarse voluntariamente integrando asociaciones e instituciones, logran controlar, advertir y en buena medida sustituir al Estado.
Sorprendido, observaba como en la nación norteamericana para solucionar cualquier asunto se creaba una asociación mientras que en su Francia natal todo justificaba la creación de una nueva comisión estatal, que terminaba la mayoría de las veces languideciendo sin encontrar solución alguna al problema para el cual había sido creada.
La protección de los derechos individuales y evitar el riesgo de caer en democracia en los abusos de las mayorías, tienen en la sociedad civil organizada su mejor defensa.
Cuando comienza este nuevo año electoral en el que los expertos de la política dispondrán todas sus energías para conquistar los votos que les permitan mantenerse, alcanzar o aumentar su poder, en aras del denominado “bien común”, vale la pena recordarlo.