El acuerdo firmado la semana pasada entre Brasil y Uruguay en el marco de la Cumbre de Las Américas, es una noticia relevante.
Aunque todavía no se conozca en detalle los alcances que se pretende dar a tan trascendental convenio por medio del cual la producción uruguaya elaborada en zonas francas pasaría a tener un arancel del 0% para ingresar al Brasil, el sólo hecho de que se haya anunciado su realización genera entusiasmo.
Es difícil estimar el tiempo que tardará en instrumentarse y comenzar a funcionar esta medida, pero es de destacar la discreción mantenida durante su discusión hasta verse plasmada en un documento la decisión acordada entre los dos países.
Ambos gobiernos, a través de sus cancilleres, demuestran de esa forma una condición ejecutiva que al Mercosur le ha costado adoptar desde su creación.
Esta acción marca además un precedente que da a nuestro país un cierto respaldo implícito a la hora de buscar acuerdos bilaterales sin la anuencia de la totalidad del bloque.
La importancia de este hecho se acrecienta, al provenir del mercado más grande de la región y por el hecho de que en el documento firmado se deja constancia de que el presidente de Brasil fue informado de la agenda externa que adelanta Uruguay, en referencia a las negociaciones que actualmente mantiene con países de fuera del bloque con la intención de lograr acuerdos para la concreción de diversos tratados.
La idea de abrirse al mundo, sumada la de reducir el Arancel Externo Común del Mercosur, tienden a fomentar la llegada de nuevas inversiones, amplían los mercados, fomentan la competencia y estimulan la creación permanente de nuevas fuentes de trabajo.
Pero sumado a todas las consecuencias positivas mencionadas, el acuerdo sirve para agilizar y modernizar al Mercosur, un bloque regional con enorme potencial, que ha permanecido aletargado y sin alcanzar los resultados para los que fue creado hace más de treinta años.